miércoles, 16 de noviembre de 2016

SÍNTESIS DE LECTURA “Los Orígenes” Tábula rasa. Danilo Cruz Vélez (1991)

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA 
PROBLEMÁTICA SOCIAL COLOMBIANA 


SÍNTESIS DE LECTURA 
“Los Orígenes”
Tábula rasa. Danilo Cruz Vélez
(1991)



En “Los orígenes”, Danilo Cruz Vélez expone precisamente las raíces del pensamiento filosófico en Colombia que se enmarca como es bien sabido en la línea filosófica española debido a nuestro estado inicial como colonia hispanoamericana, y propone que “el rasgo distintivo de nuestro pasado filosófico es la anormalidad” (Cruz, 1991). Dicha anormalidad debida al rumbo inicial que tomó España al desviarse del camino que estaban recorriendo otras naciones europeas, al separarse de ellas, y especialmente a seguir con una mentalidad medieval, aun cuando ya se estaba en la época moderna, que le dificulta a España llegar al conocimiento científico europeo del Siglo XVII. Se desarrolla a lo largo de este texto la forma en la que la carencia filosófica se construye tanto en España, como en latinoamérica a través de la configuración que hace Cruz del pasado español, principalmente debido a su desinterés por la filosofía. A continuación se amplía esa idea en donde la anormalidad filosófica es pues “una consecuencia de la anormalidad histórica de la madre patria (España)” (Cruz, 1991).

Nuestra historia parte del hecho de nuestro origen como una colonia española. Como es de esperarse de una colonia, la cultura y las tradiciones están muy arraigadas a la madre patria, la cual aún mantenía vivo el pensamiento de la edad media, por lo que es entendible que nosotros conservaramos esas tradiciones teocentristas y estuviéramos aislados del pensamiento moderno que se desarrollaba en Europa. En la colonia, los representantes de la vida intelectual eran casi todos de la clerecía tal como en la edad media, así que no había cabida para un intelectual alejado de la iglesia y el estado, y básicamente se buscaba imponer respuestas a preguntas filosóficas desde un solo punto de vista religioso. En el siglo XIX, tras la libertad política al debilitar los vínculos con España, esto empezó a cambiar, el pensador laico se interesó por los problemas del mundo, la sociedad y el ciudadano y es la manera en la que se apartan a los clérigos de la vida intelectual, acercándose más bien al mundo occidental moderno.

Sin embargo, el papel del tiempo transcurrido en una sociedad anteriormente conocida como colonial, impone su presencia, de modo que toda esa cultura y tradición característica de la madre patria, ya hacía parte de nuestro día a día, como lo menciona Cruz (1991), ya nos habíamos establecido en un mundo histórico hispanoamericano. “La realidad histórica emergente crece siempre en el suelo de la realidad histórica anterior” (Cruz, 1991.) lo que de manera clara se entiende como: la razón de nuestra pobreza ante la intelectualidad filosófica está arraigada a una pobreza aún mayor de la misma, en nuestro propio origen, España.

Entonces, la pregunta es si se puede generalizar que todo hombre hispano carece de un genio filosófico, tal consideración es demasiado amplia, para ello debemos analizar la historia filosófica de España. En primer lugar, nos encontramos ante una paradoja: España, y en especial Toledo, fueron puntos geográficos en donde se empezó el retorno a Europa del legado metafísico de los griegos, pero el país como tal permaneció impermeable a este pensamiento. Los textos antiguos de los griegos habían sido conservados en bibliotecas, en siria, Alejandría y Roma, como botines de guerra o traídos por los filósofos perseguidos. Estos escritos hicieron hizo posible más adelante el renacimiento de la filosofía griega promovido por Cicerón.

Tiempo después, con la expansión del cristianismo, que consideraba todo lo griego como pagano, y especialmente con el emperador Constantino, los manuscritos quedaron olvidados en las bibliotecas. Pero esto cambió en el siglo VII: con la expansión del Islam y las victorias militares de los árabes, en Siria se empezaron a estudiar los manuscritos, y cuando en el siglo VIII los árabes conquistaron la península ibérica casi en su totalidad, trajeron con ellos el legado filosófico de los griegos. En Bagdad  surgió la escuela de traducción de textos griegos al árabe, iniciándose recepción de la herencia griega. Así pues, los árabes llevaron a Europa a través de España la filosofía y la ciencia de los griegos, que en el occidente se habían olvidado. Después, en el siglo, Xll se volvió a dar un giro de 180°, el rey Alfonso VI reconquistó Toledo en 1085, se creó la escuela de traductores a partir del cual el legado árabe traducido en esa misma ciudad se tradujo al latín y fue usado para fundamentar el cristianismo. Paradójicamente, casi todos los traductores que desde Toledo llevaron a Europa el pensamiento griego eran extranjeros, quizás la poca participación de los españoles se debió a que no estaban preparados para recibir la herencia de los griegos. España había sido “estéril” en cuanto al pensamiento filosófico, se concebía como una tábula rasa en lo que se refiere al pensamiento filosófico y permaneció así hasta el renacimiento. Fue inmune al regreso a las “fuentes originarias” de éste último. Simplemente, como dice el historiador Sa´id: “desde los comienzos España estuvo vacía de ciencia”. Y fue por eso que, por muchos años, hispanoamérica también lo estuvo.

La filosofía medieval que nos trajeron los españoles continuó ante nosotros hasta el siglo XX. Pero esto empezó a cambiar hace unos cincuenta años atrás, cuando en españa se dio el nuevo movimiento filosófico provocado por la generación del 98 que re-incorporó a los españoles al pensamiento moderno, lo que trajo consigo un retorno intelectual de nosotros a España. El promotor de esta oleada filosófica fue José Ortega y Gasset, quien fue el sucesor de Nicolás Salmeron, representante del Krausismo español. Los krausistas fueron los primeros en romper el aislamiento ideológico en España, dando pie para abrirse al pensamiento moderno europeo, principalmente al alemán. Sin embargo, el krausismo español no tuvo carácter filosófico claro, los españoles centraron su interés en lo moral, lo político y lo religioso, con un objetivo de renovación espiritual de España.

Posteriormente, cuando Ortega permaneció en Marburgo, fue influenciado por Hermann Cohen, representante del neokantismo en Alemania, al parecer los neokantianos querían hacer más que Kant, pero lo que hicieron fue regresar a un idealismo extremo y es por ello que Ortega fue inicialmente un neokantiano, no obstante en el año 1913 tras una exposición a la fenomenología, se percató del error en concebir el ser de las cosas de acuerdo con aquella filosofía (neokantiana). Este abandono del neokantismo llevó a la ausencia del mismo en el mundo hispánico, que habría podido ayudar a combatir la lucha contra el positivismo.

Así pues, la fenomenología impulsada por Ortega en su jefatura durante el primer tercio del siglo XX fue la que impulsó en nosotros la mayoría de intentos de entrar en el campo de la filosofía. Evocó una especie de platonismo superficial de las ideas. Luchó contra el positivismo finesecular que reducía todo a los hechos y en contra al neokantismo que reducía todo a construcciones lógicas. Algo para recalcar es que el acogimiento de la fenomenología fue también anormal. La fenomenología tuvo dos derivaciones, la eidética y la trascendental, sin embargo Ortega se decidió por la primera para basar su pensamiento filosófico. Eso explica entonces que lo que trajo España a hispanoamérica fue la fenomenología eidética. Finalmente, el mundo filosófico de la lengua española comenzó a dirigir su atención hacia Heidegger, pero esto se vio obstaculizado por la falta de recepción de la fenomenología trascendental, lo cual, ha significado una nueva anormalidad de nuestra vida filosófica.


Como conclusión, tras el anterior análisis podemos decir que aún falta mucho si no es todo por hacer para el desarrollo del pensamiento filosófico en hispanoamérica, y así como lo menciona Cruz Vélez (1991), “es esta la herencia que nos dejaron nuestros antepasados quienes a su turno la recibieron de España. Nuestro presente y nuestro futuro sólo pueden ser, por ello, tiempos de trabajo incesante y denodado”


REFERENCIA: CRUZ VÉLEZ, D. (1991). Los orígenes, en "Tabula rasa". Bogotá: Planeta Colombiana Editorial S.A., pp. 23-45.

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